La sociedad ha cambiado, los valores y la moral han dado un
par de giros, el sexo se ha banalizado y eso a mi me gusta. El sexo hace mucho
que para una porción importante de la sociedad, ha dejado de ser el tabú, tema del
que no se habla y también ha dejado de ser el acto primitivo de la consagración
del amor; para transformarse en una forma de comunicación, de acercamiento y de
expresión personal, que no necesariamente tiene que estar vinculado a sentimientos
profundos de afecto.
Eso también me gusta!
Pero claro, en este nuevo escenario de relajamiento, es
necesario que reorientemos los códigos, que recalculemos las señales: que coja contigo,
no significa que te ame; cuando de verdad quiera hacer un acto de suprema
entrega y profundo amor, te haré huevos revueltos al desayuno.
Y pongo el ejemplo de los huevos revueltos, porque hoy es
fácil coger con cualquiera que te motive mínimamente, pero abrirle la cama para
que pase la noche, duerman juntos y desayunen al levantarse; a eso señores, a
eso no tiene acceso cualquiera. Ahí está la nueva prueba de amor. En la cotidianidad.
Si te agarra de un ala y te saca de una fiesta para llevarte
a tener una noche apasionada de rodillas raspadas y mordidas en el cuello es
una cosa, pero si te invita a tomar café, comer champurradas y ver series o
noticias; ahí preocúpate querido.
Supongo que en mi propio escenario he aprendido a satisfacer
mis necesidades biológicas de manera transparente y sin tapujos, dejando
entonces la privacidad de mi casa o la calidez de mi cocina reservada para aquel
que verdaderamente me importa.
Puedo besar sin saber tu nombre, pero si te hago cariño en
el pecho mientras vemos una película en silencio… entonces comienza a pensar si te quedas o te vas!